
Anahi y Manuel Velasco han sido anteriormente comparados con la estrategia que llevó a Enrique Peña Nieto y Angélica Rivera a los Pinos en el 2012, ahora se suma una coincidencia más; además de la relación política-espectáculo de la que anteriormente ya hemos platicado la pareja contrajo matrimonio, con misa en la catedral y una ceremonia discreta, colocándose de nuevo en la agenda mediática y “subiéndole el rating” que el gobernador de Chiapas había perdido después de la cachetada que le dio a su asesor, entre otros escándalos mediáticos.
La imagen, digna y similar a un final de telenovela: Manuel Velasco rubio como le gusta a la gente ver en pantalla vestido de charro, y Anahí, vistiendo una vez más de blanco saludando a sus espectadores. ¿Final de telenovela? En los finales de telenovela generalmente se acostumbra que “vivir felices para siempre”, y los mexicanos estamos enfrentando lo que es tener a un guapo y a una mujer no preparada como presidente y primera dama y definitivamente no estamos viviendo “felices para siempre”.
La estrategia sea coincidencia o no se está repitiendo, quedará en nosotros si seguimos cayendo en la publicidad encubierta o si abrimos los ojos y le dejamos al espectáculo lo que es del espectáculo y a la política lo que le corresponde a la política.