
La cuarentena me ha enseñado, que siempre me puedo reinventar.
Días buenos, días malos. Días motivada, otros con miedos. Días con ansiedad, otros esperanzada. Días fascinada de este encierro, otros cansada de la monotonia momentanea. Días disciplinada con proyectos, otros cero productiva.
Pero cualquier día, bueno o malo, eventualmente llega a su fin y junto con el, viene una oportunidad de reinventarme al otro día; de tener más motivación, de ser más productiva, de tener más esperanza, de ayudar a alguien, de hacer “algo”, de ser mejor “yo”.
Porque inicia otro día, en el mismo lugar; en la misma sala, en la misma cocina, en la misma recamara, en la misma situación, con la misma persona y ahora más claro que nunca, me doy cuenta que la única variable que puedo aportarle a cada día nuevo es mi intención y mi actitud. Nada más.
Y con ese aprendizaje, creo que quiero quedarme toda la vida.